25/05/2024

Reposo en Santorini (20/09/2017)




El olor a sal llegaba hasta su mesa llevado por la suave brisa, y el azul que le rodeaba brillaba como una cesta de piedras preciosas: lapislázulis, turquesas, aguamarinas y zafiros. El cielo, el océano, los pintorescos tejados que recordaban a ciertas ciudades de oriente, como las de Marruecos o Túnez, y en ese mismo lugar en el que ahora estaba, el mantel, las sillas, los maceteros e incluso el pescado. Lo raro era que ella no estuviese vestida de azul, pero no era un color que le gustase demasiado.

Cuando era pequeño el hombre del sombrero soñaba con ser un aventurero y emular a Indiana Jones, no imaginaba que habría días de tranquilidad como ese. Nada que buscar, nada que hacer, sólo paz y sosiego… El ruido de las olas, las gaviotas intentando pescar algo para comer y los pescadores de la isla compartiendo suerte con aquellos enormes pájaros del Egeo.

Todo era perfecto. ¿Quién podría pensar que estaba sentado sobre un montón de piedra volcánica que en su día fue totalmente diferente a lo que es lo que hoy pisan sus pies?

Allí sentado observaba como la pared que delimitaba la isla caía en picado hacia el mar, y sobre ella se levantaba la ciudad blanquiazul. Y pensaba cómo sería su vida si decidiera quedarse allí para siempre abandonando sus, algunas veces peligrosas, aventuras. En algún momento, se dijo, habrá que pensar en la jubilación.



 Lunch in Santorini (Antonio Bernal, The man in the hat)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los miserables. Una perspectiva propia de los personajes de Víctor Hugo (parte 1)

FANTINE Y VANJEAL El viajero dejó cansado las viejas botas junto a la cama. Estaba tan derrotado que cuando cayó sobre aquel mohoso colchón ...