-Toc, toc.
Miro a mi alrededor y me pregunto de dónde viene ese golpeteo.
- Toc, toc... toc, toc... ¡Eh, en la ventana, por favor!
- ¡Ah, hola! ¿Qué quieres? - ¿Me dejaría entrar en su cocina? Parece cálida y aquí fuera empieza a hacer frío y, además, llueve. Y no me gustan ni la lluvia ni el frío
- No me gustan mucho las lagartijas.
- Señora, no soy una lagartija. Soy una salamanquesa o gecko de pared, si le parece mejor.
- ¡Uy, perdón! Pero no sé mucho de reptiles. Sólo sé que sois de sangre fría, que coméis insectos y que en invierno soléis hibernar.
- Exacto. Necesitamos calor y, volviendo al tema, su cocina parece un buen sitio para pasar el invierno. ¿Me dejaría quedarme por ahí?
- Ummm, no sé.
- No soy ruidosa y no molesto. Me quedaré en esa esquinita dónde da el sol. Además, aquí siempre huele bien.
- Es que... ¡uf... eres un reptil!
- Sí, ¿y? Tú eres una humana. Dejamos las obviedades para otro momento.
- No sé.
- Venga, por favor. Me como tus cucarachas. Vas a ahorrar en insecticidas. Y prometo no ir a tu habitación
- Está bien. Entra. Pero te quedas sólo hasta que vuelva el calorcete. Me gusta vivir sola.
- No te preocupes, en cuanto vuelva el sol no seré yo quien quiera vivir entre cuatro paredes.
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