21/01/2024

INCOMUNICADOS (10/11/02)

 

Ella miraba por la ventana. A su lado una anciana movía la cabeza de un lado a otro con resignación. En el vagón de aquel tren cada persona iba a lo suyo. 

El joven del pelo azul con el ipod a un volumen por encima de lo que se considera saludable para los oídos, el señor del maletín gritándole a un tal Juan  a través del móvil, la muchacha de la carpeta, con fotos de Damon y Stephan Salvatore, sumergida en su whatsapp, un chico rubio de ojos verdes que jugaba con su teléfono y una señora oronda, que acababa de subir,  puso sus bolsas en el asiento de su izquierda para evitar la compañía durante el trayecto del cercanías.

La anciana seguía moviendo su cabeza con resignación y suspiraba como si hubiese ocurrido una desgracia.

Aunque ella miraba por la ventana, veía en el cristal, reflejado, el rostro de su vecina de asiento. La anciana tenía unos ojillos pequeños, grises y muy vivarachos, pero el movimiento de su cabeza y el suspiro denotaban una tristeza que contrastaba con el brillo de su mirada. 

En el fondo ella sabía lo que pensaba, su abuela se lo repetía constantemente: "¿Dónde vamos a parar? La gente ya no se comunica, las personas no hablan, no se saludan, no se miran a los ojos, no se conocen". 

¿Cuántas maravillosas historias se perderían por culpa de ese aislamiento (autoimpuesto)? ¿Cuántas experiencias dejaríamos de tener al querer aislarnos de los demás? ¿Y si la chica del whatsapp perdía la oportunidad de mirar los verdes ojos de aquel que se sentaba frente a ella? ¿Y por qué aquel señor no paraba de gritarle a Juan por el móvil y sonreía un poco? ¿Por qué la oronda señora no quería a nadie a su lado? ¿Por qué los jóvenes van siempre con los oídos tapados?

¿Cuántas veces habrían coincidido en este mismo vagón, a esta misma hora, estas mismas personas? 

Podía ver, en los ojos grises, todo esto y en el fondo, en silencio, le daba la razón. 

Perdemos al cabo del día decenas, cientos de momentos irrepetibles para conocer a los que andan a nuestro lado. Así el mundo cada vez se hace más extraño, más frío, más absurdo, pero al llegar a casa nos conectaríamos al facebook, a twitter, a tuenti, a badoo, a zook o ¡vete tú a saber! Para encontrar ¡calor humano! Así que, ¿para qué hablar con la persona que tenemos al lado?

Retiró la vista de la ventana. La señora se levantaba para bajarse en la siguiente parada. Le miró y quiso decirle: ¡Tiene usted razón, donde debería haber personas sólo hay islas solitarias que forman archipiélagos sin puentes, sin conexión, construyendo un mundo triste y oscuro!

Pero no pudo. Subió el volumen de su mp5 y continuó mirando por la ventana.

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