19/01/2024

La espera (12/04/2013)

 

Allí estaba ella. Esperando. Él le dijo que iría a su encuentro en cuanto acabase de trabajar y ella le había creído.  Había preparado una cena espectacular y un suculento postre. Había puesto a enfriar la botella de ese vino blanco que tanto les gustaba.

Y ahora lo esperaba. 

Llevaban días sin verse, él siempre estaba muy ocupado y ella lo entendía, el trabajo es el trabajo, y en los tiempos que corren  hay que cuidarlo. Así que, supuso, él estará tan ansioso por este encuentro como ella.

Las horas pasaban lentas, muy lentas, demasiado lentas. Las agujas del reloj no se movían, o al menos esa era la impresión que le daban. Lo llamó y él le dio una excusa. Llegaría más tarde. Le pidió perdón por no avisarla. No pasa nada, ella lo comprende y espera.

El tictac  del reloj se hace insoportable. La tristeza empieza a apoderarse de ella. De nuevo. Lo mismo. No sabe por qué pero no encuentra lo que busca. Sólo necesita que la quieran un poco. Sólo un poco.

Coge la botella de vino y se sirve una copa. Enciende el equipo de música y pone su música favorita.  Mira fijamente el reloj de pared y las lágrimas comienzan a asomarse a sus ojos. No entiende. ¿O sí?

Empieza a desnudarse despacio como habría hecho para él. Con suavidad, con delicadeza, insinuante y sin prisa ninguna, como si la eternidad acampase en el tiempo y fuese para ellos.

Poco a poco, y ella sola, intenta recrear tantas noches juntos… Las lágrimas que antes se insinuaban comienzan a caer sobre sus mejillas y recorren su rostro. La tristeza y el dolor le hacen sentir y desear con más fuerza.

Y sigue recreando las noches pasadas con él. Sus manos recorren su cuerpo, al fin y al cabo ella se conoce mejor que nadie, mejor que ningún hombre la ha conocido nunca, ni la conocerá. Pero no puede evitar la tristeza, lo quiere tanto que la desesperación le hace buscarle en sí. Quiere salir de este mundo, aunque sólo sea por una corta eternidad. Quiere perder la noción del tiempo y poco a poco, suavemente, lo consigue. Todo da vueltas a su alrededor, siente que el suelo desaparece y, de repente, flota. Su espalda se arquea, su cuerpo se contrae y se expande, todo al mismo tiempo… ¿Es la muerte? ¡Ojalá lo sea!

Pero no, no lo es. Y tras llegar a lo más alto, se deja caer y termina de romper a llorar. Está cansada. El reloj ha ido avanzando y la noche, oscura, se ha presentado. Los ojos se le cierran. Quizá ahora pueda dormir y olvidar.

Mañana será otro día.

                                                        Joven desnuda, de Lovis Corinth

 

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